Fue una escritora peruana engagé. Su creación literaria laureada en plena juventud y el espaldarazo de José Carlos Mariátegui incentivan una coherente acción política en busca de la transformación de nuestra sociedad y la participación de la mujer en una ideología de izquierda. Su destino es fluido y coherente como mujer, luchadora social comprometida con el cambio. La dolorosa realidad nacional le va templando el carácter, como ocurre al disidente. Desde sus inicios asimila y evalúa esta relación conflictiva y desigual entre el Estado y la sociedad peruana.
Esta rebelde heredera de Flora Tristán descubre temprano que, en el autoritarismo, nuestra condición de mujeres dependientes era intolerable y que las reglas morales eran aplicadas especialmente por la clase dominante a los pobres y a las mujeres, y que rara vez el Estado busca cambios fundamentales. Observación que se encuentra respecto a las ideologías de turno, en los escritos de la defensora de los derechos indígenas, Dora Mayer. Era natural que este reconocimiento hiciera ineludible incluir en su agenda el logro de los derechos civiles y el voto para la mujer. Una cabal identidad ciudadana que condujera a la liberación de la autoridad opresiva del poder de turno, ese camino puede desembocar en la democracia, pero es previamente revolucionario.
Por los caminos de la historia y del tiempo, la imagen de la mujer peruana se desdibuja, en una sociedad patriarcal ya algo superada y a veces obstaculizada por individualismos o egoísmos absurdos de algunas escritoras “de éxito” que se asimilan a los requerimientos y seducción del cultural market, abandonando el análisis de nuestra relación con los poderes. La decisión de algunos intelectuales de no tener conciencia de los problemas nacionales no ha de soportar el insobornable examen de la historia: son ahora las nuevas generaciones las que recuperan la posta para seguir proponiendo a la “nueva mujer”, con objetividad y disciplina.
Ella intentó, sin mucha teoría, pero sí en la “práctica”, nuevas condiciones de participación futura, en medio del fragor inclemente de un país cercano a la anarquía que hereda la nueva mujer del siglo XXI.
Obras:
- Una esperanza y el mar (Lima, 1927).
- Costa sur (1945).
- Constancia del Ser (1965).
- Flora Tristan, precursora (1944).
- El derecho de matar (Lima, 1926).
- La trampa (1956).
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